domingo, 4 de mayo de 2008

Sobre el mejor oficio del mundo

Yo cambié la medicina por el periodismo. Hasta los 18 años estaba convencido de que quería ser médico y porfié por ingresar en la universidad. Una madrugada, en uno de mis tantos desvelos como preuniversitario, me convencí de que mis ganas de curar a los enfermos se topaban con una mole infranqueable: la física y la química. En aquel momento me sentí tan bruto, pero a la vez tan honesto, pues admitía que una carrera que ansiaba ejercer no era para mí. Y porque colocaba en primer plano una vocación oculta: la de escribir.

Luego de leer este domingo en El Comercio la columna de Mario Vargas Llosa titulada "El cuarto poder", me fue inevitable reflexionar sobre esta carrera que elegí, o mejor dicho, oficio, si queremos ser más estrictos. A diferencia de la medicina, un estudiante de periodismo -o cualquier persona medianamente culta- puede ser periodista sin haber culminado sus estudios universitarios.


A partir de su visita al Newseum ("El museo de la noticia"), en Washington, el escritor hace una reflexión sobre el periodismo y su función crítica, aunque valgan verdades, la intención es remarcar que en los Estados Unidos este papel se cumple como en ningún otro país, por ser "uno de los escasísimos países del mundo que puede jactarse de no haber padecido nunca un dictador".


De todo lo leído en esta ‘Piedra de toque’, me quedo con este párrafo:

"La mañana que pasé en el Newseum me ha confirmado, de manera abrumadora, algo que adiviné cuando era todavía un mocoso que acababa de pasar del pantalón corto al largo, y me atreví a comunicarle a mi padre que había decidido ya no ser marino sino periodista: que, después de la literatura, no hay actividad o profesión más apasionante que el periodismo. Ninguna que haga vivir tanto la vida como una permanente aventura, que exponga a quien lo practica a tantas experiencias sobre la condición humana y sus infinitas manifestaciones y ramificaciones, y que eduque mejor y de manera tan vívida sobre las grandezas y miserias de la historia que se va haciendo en nuestro entorno y la levadura que anima la vida de las naciones y los individuos".

Cuando decidí estudiar periodismo lo hice alentado por tratar de entender y estar al tanto de lo que ocurría en mi entorno. Estábamos en el último tramo del nefasto gobierno de Fujimori y veía con fidelidad el programa que César Hildebrandt tenía en ese entonces en Red Global. Además, lo hice porque creí que podría tener algún sustento económico, cosa que veía incierta con la Literatura.

Gabriel García Márquez, en un discurso ante la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), titulado "El mejor oficio del mundo" recordaba que el ejercicio del periodismo imponía tradicionalmente la necesidad de formarse una base cultural y que "la lectura era una adicción laboral" que se alentaba en las mismas salas de redacción. Hoy se lee poco y más aún en nuestro país, y eso quizás explique la calidad de nuestra prensa.

Por eso creo, desde mi liliputiense punto de vista, que la lectura es importante. Y quizás muchos de mis alumnos se pregunten "¿Por qué este profesor que enseña Periodismo Digital me manda a leer cosas que no tienen que ver directamente con el curso?". Y es porque más importante es entender el mundo a través de la lectura que manipular dispositivos tecnológicos. La tecnología se aprende a utilizarla con la práctica. He llegado a esta conclusión: es más fácil enseñar a lidiar con la tecnología a alguien que redacta bien que enseñar a redactar a alguien que dominando las herramientas tecnológicas no lee nada.

Los espacios para leer son pocos en un mundo donde la palabra TIEMPO pesa más que la conciencia por no saber quiénes somos o qué pensamos. En el periodismo, tener un punto de vista propio es tan importante como conocer nuestra identidad. Y esto y muchas otras cosas las iremos descubriendo de a pocos en aquellos libros que leamos.

1 comentario:

evargas dijo...

Hola... Yo también postee sobre el artículo de VLL. Es extraordinario y te hace reflexionar sobre el oficio.